miércoles, 7 de marzo de 2007

SEAMOS MEJORES HIJOS DE DIOS

Las lecturas del domingo 4 de marzo de 2007 fueron: Génesis 15, 5-12. 17-18 ; Filipenses 3, 17--4,1 ; Lc. 9, 28b-36.

Este pasaje de la Transfiguración es bello para los oídos, creativo para la imaginación, rico para la reflexión, pero difícil de explicar para la razón. Sin embargo, el dejar a un lado las explicaciones lógicas y abrirnos al misterio de Dios que en él se revela nos ayudará a comprender la Palabra que Dios tiene que decirnos este domingo. Los personajes que aparecen, Moisés (plenitud de la Ley) y Elías (plenitud de los profetas) nos señalan que Jesús será quien lleve a su cumplimiento pleno la Ley y los Profetas, es decir todo el anuncio de las Escrituras conocidas hasta ese entonces.

Es interesante también que el evangelista nos comparte el contenido de la plática entre estos personajes: ¨hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén¨. Esto ayudaría a comprender a la primera comunidad que la muerte y resurrección no serían un fracaso para Cristo sino el camino para llevar a cabo la plenitud de la Ley y los Profetas. Es interesante que san Lucas nos diga que Jesús oraba cuando sucedió esto. Con este detalle nos puede quedar claro que esta transfiguración fue fruto de la unión perfecta entre Jesús y Dios Padre, por lo tanto, que la luz brillante que transfiguraba a Jesús brotaba de su interior, como si el contacto perfecto con Dios lo llevara a esta transformación en su cuerpo glorioso. Hilando todas estas ideas, podríamos decir que la transfiguración es la manifestación de la vida que Jesús llevaba en su interior, vida que llevaría a la plenitud los planes de Dios manifestados en la Ley y los Profetas.

Tal vez esta escena la vemos muy lejos en nuestras vidas, pues no nos imaginamos cómo nos podríamos transfigurar nosotros también, sin embargo, si tomamos en cuenta que esta transfiguración que en Jesús sucedió en un instante, en nosotros ha de suceder durante toda nuestra vida, entonces sí podremos pensar en comenzar a vivir nuestra propia transfiguración desde hoy. Esta consistirá en dejar que la vida que Dios nos ha dado y llevamos en nuestro interior se vaya reflejando en nuestras actitudes y acciones. Tal como sucede en nuestras vidas, nadie nace un campeón, sino que se va haciendo; ni tampoco nace un excelente esposo o padre o madre, sino que se va haciendo. De la misma manera, nosotros debemos de buscar ir haciéndonos cada vez mejores cristianos, mejores hijos de Dios, mejores hermanos.

Que Dios te bendiga a tí y a tu familia.

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